DESARROLLO DE LA MEMORIA
Durante la niñez temprana, los niños muestran
un desarrollo significativo de su memoria. Tanto en los niños de esta edad como
en los adultos existe una diferencia entre el reconocimiento y el recuerdo. El
reconocimiento es la capacidad para identificar algo ya conocido y que vuelve a
verse (por ejemplo, distinguir entre un grupo de imágenes cuáles se había visto
antes). El recuerdo es la capacidad para evocar el conocimiento de algo que está
en la memoria, como describir una imagen que ya se ha visto antes sin que esté
presente en ese momento. A cualquier edad resulta más fácil reconocer que
recordar.
Cuanto más familiarizados estén los niños con
los objetos, mejor pueden recordarlos. También pueden recordar mejor el
material cuando los objetos parecen tener una relación entre sí. Por ejemplo,
una mesa y una silla.
Los niños recuerdan mejor cuando están
motivados para dominar destrezas en general. La motivación hacia la destreza
hace referencia a la tendencia de un niño a ser independiente, utilizar
estrategias para resolver problemas y tratar de realizar tareas difíciles.
En una investigación en la que se
observó lo que los niños hacían con diversos juguetes, se vio que los niños que
utilizan determinados objetos tienen más probabilidad de recordarlos. Por
ejemplo, los niños que dieron un nombre, agruparon o dedicaron tiempo a pensar
o repetir los nombres de los juguetes (es decir, utilizaron estrategias para
ayudarse a recordar) recordaron mejor que quienes hicieron menos de estas
actividades.
La memoria en la niñez
Es probable que el recuerdo más antiguo que
tenga una persona sea de algo que ocurrió cuando tenía al menos tres años de
edad. No obstante, aunque algunas personas tienen recuerdos vívidos desde los
tres años, otras no recuerdan nada anterior a los ocho años. En la niñez
temprana, los niños no tratan de memorizar a propósito, pero recuerdan sucesos
que les causaron una impresión particular. La mayor parte de los recuerdos son
de corta duración y no suelen recordarse en etapas posteriores de la vida.
No obstante, los recuerdos pueden existir
aunque una persona no sea consciente de ellos, y recuerdos profundos pueden
afectar el comportamiento de una persona sin que se entienda su origen. Para
demostrar esto, en una investigación, a niños de nueve y diez años se les
mostraron fotografías, algunas de compañeros de preescolar a quienes no habían
visto en cinco años o más y otras de niños que no habían conocido nunca, y se midió
la conductividad de la piel (impulsos eléctricos de la piel). En los niños que
vieron las fotos de antiguos compañeros aparecieron respuestas positivas
incluso cuando no eran conscientes de reconocer las caras (Newcombe y Fox,
1994).
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